Thursday, December 21, 2006

20 cosas

20 cosas
Hace un tiempo estaba leyendo una de esas revistas para chicas "normales" (o sea, estúpidas) que tenia una sección que decía "20 cosas que odiamos y 20 cosas que amamos" y, aunque estuve de acuerdo con una o dos cosas, no me identifique con la mayoría de las cosas en esa lista.
Es por eso que hice la mía, con 20 cosas que amo y 20 (¿solo 20?) que odio
20 COSAS QUE AMO
Amo a mi sobrina Boru
Amo a Michael Jackson
Amo tener orejas con las que puedo escuchar música
Amo cada momento que pasé con mis amigos (porque ahora difícilmente los veo) haciendo y diciendo estupidez y media
Amo cuando puedo ver a mis amigos para hacer nuevas estupideces
Amo poder escribir, y que me admiren por lo que escribo (tal vez aquí no tenga muchos admiradores, por no decir ninguno, pero tengo muchos admiradores otakus que me admiran por dos historias ficticias que hice sobre Sailor Moon)
Amo reír como idiota por horas y poder hacer reír a alguien, y más cuando ese alguien lo necesite
Amo la Navidad
Amo mis sueños, mis alucinaciones y mis pesadillas (excepto cuando sueño con mis muertos) porque no podría escribir como lo hago sin nada de eso
Amo escuchar música con mi pequeño Bübchen, porque así puedo cantar sin escuchar mi voz
Amo poder imaginar una historia diferente cuando escucho una canción diferente
Amo estar sola
Amo mis Converse sucios y rotos
Amo creer que cuando uno muere se convierte en una estrella, que llueve porque los ángeles lloran y que los reyes magos y santa existen
Amo no querer un novio
Amo que la misma película aun me haga llorar (Dancer in The Dark, y El Rey León) o que también la misma canción me haga aun llorar (It’s Over)
Amo que siempre que salgo me pase algo increíble y muy cagado
Amo poder ayudar al que lo necesita
Amo cuando no necesito de alguien (porque no siempre podemos hacer cosas por nuestra cuenta)
Amo ser diferente

20 COSAS QUE ODIO (ya enserio ¿solo 20?)
Odio Amar
Odio llorar
Odio que maltraten a los niños o a los animales
Odio tener esperanza sobre algo que sé que no va pasar
Odio las aveces que he querido ser bonita
Odio sentirme sola
Odio el reggeaton y todas las canciones machistas
Odio a las chicas y a los chicos "normales"
Odio no estar en la escuela
Odio que me digan que hacer
Odio cuando necesito de alguien
Odio que destruyan mi mundo
Odio tener un sueño hermoso y despertar
Odio no poder decir lo que siento
Odio el sentimiento en mi corazón cuando te miro a los ojos
Odio que no me digan la verdad, aunque duela
Odio que no me toleren, y al mismo tiempo odio no tolerar a los demás
Odio tener miedo
Odio el presente en el que vivimos
Odio no ser fuerte

Wednesday, December 20, 2006

Los Amigos del Alma tienen cuatro patas y cola V: LA TIGRESA

¨Pos como quien dijera, lo mejor para el final

Muchos creyeron, incluso los que estén leyendo esto, que era una perra enorme, un Boxer o algo por el estilo... pero la Tigresa era una chihuahueña color pardo. A pesar de su tamaño, que incluso Socrates la rebasaba, fue de todas mis mascotas la que me dejó el vacío más grande.
(aquí empiezan las cataratas)
Yo tendría como unos 4 años –o menos- cuando ella llegó. Su primer noche –según recuerdo- la paso en una caja de aluminio, de ese que usan para los rayos de cabello o para envolver alimentos.
Muchos de estos perros son como para niñas fresas, que duermen en cojines, tienen collares rosas y suelen ser muy modositos. Mi perra no fue así, ella era agresiva, leal, defensora... una heroína.
Una vez nos fuimos de vacaciones a Michoacán y ella se quedó en la terraza. Volvimos y encontramos que una de las puertas había sido forzada, el estéreo fuera de su lugar, había unos lentes caros en una mesa y se veía que los cuartos habían sido revisados. Al preguntar los inquilinos nos contaron la gran historia: unos putetes se metieron a robar, la Tigresa supo que había intrusos en la casa y comenzó a ladrar hasta que despertó a los inquilinos, que se dieron cuenta de que había gente en la casa y que nuestro auto no estaba, y mi nana –así le decimos a la Doña- fue a decirle a mi tía Marta, que le avisó a mi tío Gustavo –que en esa época vivía en el mismo terreno que mi tía Marta- y él le hablo a la policía. Cuando la justicia llegó los pinches ladrones ya se habían ido, gracias a los ladridos de la perra no alcanzaron a llevarse nada, y fue la policía quien desmadró la puerta de enfrente creyendo que los ladrones estaban encerrados. Pero se dieron cuenta de que no era así. Los lentes eran del comandante, pero mi papá se los agenció.
Para cuando nos contaron eso todos querían ser los héroes, pero la única heroína aquí es mi Tigresa.
Ni el Socrates ni la Chata –aunque aveces si daba miedo- pudieron defender la casa como lo hizo la Tigresa, que por cierto estos tres vivieron juntos.
Nunca tuvo ni un solo cachorro, porque cuando estaba pequeña se cayó como tres veces de la terraza quedando estéril. Como me hubiese gustado que tuviera cachorros.
También era muy celosa, a muchos perros los sacaba de la casa y los perdía, como a Lucas. No sé como no se deshizo de Socrates y de la Chata.
La Chata quería jugar con la Tigresa como lo hacía con el Socrates, a disque atacarse, pero la Tigresa siempre se mostró negativa ante eso.
De los últimos años ya casi no hay que contar, pues ya estaba vieja y casi no hizo cosas como Socrates. Y de los primeros no recuerdo mucho. Además ella era algo seria
Solo sé que la quise, y aun quiero, como a ningún otro animal. Quise mucho a todos los demás, incluso a los que no puse en esta lista, pero jamás habrá animal como la Tigresa.
Cuando envejeció, yo solo le daba salchichas pues ya no tenia dientes.
Y como ya mencione que casi no tengo recuerdos, iré a lo fatal, por lo que aun lloro.
Recuerdo que un día ella no se alejaba de la puerta trasera –que prácticamente es la principal- y yo la veía con mucha nostalgia. Con esa respiración esforzada, su mirada tan tierna... le di unas salchichas y le puse periódico para que se acostara y se acurrucara.
Al otro día no la vi cuando me fui a la escuela, podría estar dormida entre las plantas, pensé. Al regresar a mi casa no la vi correr al zaguán para ver quien era la persona que entraba a su hogar, como siempre. También pensé que estaba dormida por ahí. Entrando a mi casa sentí una tensión muy rara. No recuerdo quien me dio la cruel noticia, creo que fue Gabriela, pero al escuchar "la Tigresa esta muerta" me salí al patio a buscarla, en la calle no podía estar, yo acababa de llegar. Al fin la mirada de una inquilina me hizo saber que mi adorada perra había muerto.
Mi papá se deshizo del cuerpo, pero me hubiese gustado enterrarla en alguna parte de la casa, ella merecía eso y más.
Lo más cruel fue cuando, ese mismo día, soñé que mi perra estaba en la calle, en el cancel del negocio de mi mamá moviendo alegremente su cola, y mis hermanas me decían "te engañamos, no esta muerta, solo la escondimos" y en mi mismo sueño lloraba diciendo "que culeras". Medio despierta y con unas lagrimas en la cara me dije a mi misma "cuando amanezca saldré al patio y seguramente ahí va a estar mi perra" pero luego desperté por completo y me di cuenta de que solo fue un sueño, y que jamas volvería a ver a mi perra.
Aun me duele, y lloro, no solo por ella, sino por todos mis animales, como si acabaran de morir.
No lo he podido superar. Extraño que la Tigresa lamiera mis dedos después de la comida que le daba, cuando le daba yo, extraño que el Socrates me despertara metiéndose a mi cama y lamiendo mi cara o mis manos (si me lavaba he), extraño jugar con la Chata, extraño ver a Spankye volar, extraño los ojos chuecos de Otelo, extraño ver la TV con Ben II, y extraño todas esas cosas. Tal vez algún día lo pueda superar.
Hay veces que me gustaría desear verlos a todos ellos, en especial –obviamente- a la Tigresa, aunque sea solo por una vez. Pero eso significaría que se irían otra vez.
Aunque lloro como cerdo cuando los recuerdo pensando "quiero volver a verlos" me siento bien, pues ellos estan en un lugar mejor.
En el caso de mi perra querida, que ya casi no le quedaban dientes y no podía comer bien, sé que ya no sufre por eso, ni por otra cosa.
Ahora todos disfrutan comiendo enormes filetes, oliendo el trasero de otros perros, cavando hoyos, mordiendo cosas.
Yo algún día los volveré a ver.
*No puedo hablar de mis puerquitos. Aun necesito tiempo por lo que pasó...

Monday, December 18, 2006

Los Amigos del Alma tienen cuatro patas y cola IV: Socrates

Oh, Socrates... que perro tan más cagado.
Él llegó a nuestras vidas una semana después de que falleciera mi abuelo Honorio, nos lo regalo una vecina de mi tía Marta.
Él era chaparro, amarillo y con buena cara. No era de raza, pero siempre decíamos que era un mastín napolitano.
Para mí Socrates era la reencarnación de algún cabrón muy huevon, irresponsable, e ingenioso.
También volaba el zaguán, pero cuando engordo y ya no podía brinca se paraba en sus dos patas traseras y con las patas delanteras abría la puerta.
Paso casi toda su vida dormido. Parecía borracho cuando dormía boca arriba. Y cuando estaba echado en una sombra a un lado del zaguán y alguien entraba, solo asomaba la cabeza, porque era muy chismoso, y valiéndole madre si era algún ratero, él se echaba de nuevo para regresar a su sueño. Para entrar a la casa, que a mi mamá nunca le ha gustado que los animales pasen de un metro de la puerta a adentro de la casa, se metía, se escondía en el estudio de mi papá, que ya era el limite de donde podía pasar, y sigilosamente asomaba la cabeza para asegurarse de que mi mamá no estuviera cerca. Cuando había reuniones, se metía, se sentaba muy bien portado a un lado de todos, según estaba muy atento a las platicas, pero cuando volvíamos a verlo estaba cabeceando del sueño. Un momento inolvidable fue cuando orinó el árbol de Navidad.
Casi muere cuando un idiota lo rozo con su auto. Se lastimo la pata tan gacho que hasta el hueso se le veía. Al principio no le gustaban las lavadas y la cosa esa que mi mamá le echaba para curarlo, pero después de comprender que si no se dejaba no iba a curarse y a dejar de sentir dolor, iba solo con mi mamá y hasta le daba la pata para que lo curara. Claro que no volvió a caminar como antes. Pero siguió siendo el mismo pinche perro.
Tal vez no mencione que le gustaba dormir a la mitad de la calle. Así fue como lo perdí.
Ocho días antes de mi cumpleaños, 8 de junio, desperté y escuche que mi hermana preguntó "¿ y el pinche Socrates?" a lo que mi mamá dijo "No sé" yo pense que estaba de vago como siempre y sin problemas ni dudas me fui con Karina a atender el changarro de mi tío Gustavo. Regresamos en la noche, y el güey no estaba. Después de un rato me alteré y salí al patio y a la calle –solo a mi calle- a buscarlo. Le pregunte a uno de los ex inquilinos si sabia donde estaba, y me dijo "¿Que no se supone que esta muerto?" ¿Muerto? ¿Mi perro muerto? Asustada fui con mi mamá y ella y mis hermanas me dijeron que lo atropelló el de La la. Socrates estaba dormido a mitad de la calle, con el camión detrás de él. Lloré desconsoladamente, y aun lo hago, prometiendo no volver a tomar leche La la. Incluso cuando venían a surtir yo le decía a mi mamá "Mamá, ¿Que vas a querer de la leche asesina?"
Cumplí por varios meses, pero después volví a beberla, pues no beberla no me regresará a mi perro.

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