Parecìa un buen dìa
Tres de Septiembre
Mi hermana Gabriela me despertó de un susto al diez para las siete para pedirme que fuera a cuidar a Boru en lo que daban las ocho y después tendría que asegurarme que se llevaran a mi niña bien guapa a la guardería. Ella tenía que ir a trabajar. Claro que no me negué, a pesar de que me había dormido hasta las dos y algo de la madrugada y que me desperté a las cinco después de ser tragada por un mosquito. Pense que como en ocasiones anteriores podría dormir un rato antes de llevarme a la niña, pero no pude regresar a mi sueño.
Aun así, de manera optimista me traje a Boru a la casa para que la arreglaran y que la fueran a inscribir.
Mientras bañaban a Boru recordé que no había lavado la falda de mi uniforme, pero no me preocupe tanto ya que la falda es delgada y se escaria pronto. En lo que la sacaba a lavar Karinka despertó y me pidió que le calentara algo para desayunar. Accedí sin quejarme.
Después de un rato a Karinka se le enfrío su comida y bajo a comérsela así, mientras yo tardaba como una hora para tomarme un café y comerme como dos o tres galletas.
Eran como las once y media o las doce y yo aun estaba en pijama y bata.
Después me metí a bañar, y al vestirme recordé otra cosa: no lave mi licra. Mi falda es de corte escocés y se abre al sentarse y uy que decir de cuando sopla el viento, así que para que nadie vea mis calzones de ositos (es neta) uso una licra pero olvide lavarla. Me arriesgue a irme así.
Ahora después de este choro, yo no me sentía molesta, por alguna razón estaba contenta.
Al ir caminando con el riesgo de enseñar mis calzones, en una escuela primaria junto a un mercado, unos señores estaban vendiendo algodón de azúcar. Me encanta el algodón de azúcar, cuando era una linda niña pensaba que eran nubes del cielo, y aveces aun me gusta pensarlo.
Puedo decir sin exagerar que jamas había tenido un día, en el que no tengan que ver mis amigos Otakus con los que paso cada aventura o Bibi con la hago muchas estupideces, tan lindo. Casi bailaba mientras comía mi algodón, insisto, era un hermoso día... hasta que llegue a la escuela, en una esquina vi un auto dorado, de el bajaban tres personas, una chica portaba el uniforme del bachiller, una niña, y el padre. Al acercarme vi a ese hombre. Al ver su rostro pude sentir como el azúcar dentro de mi cuerpo comenzaba a hervir.
Yo no soy una persona que odia, me atrevo a decir que apesar de mis arranques adolescentes soy de las personas más alegres. Entre mis cinco amigos más importante se cumplen estos papeles: Satoshi, el polémico, Carmilla la loca, sin ofender, Rogue la divertida y responsable, Bibi, que es alcohólica, divertida, ocurrente, loca y demás y yo, la niña linda y tierna, que le gusta hacer reír a la gente, suena exagerado, pero si me vieran con mis grupos así soy.
Solo existe un ser, por ahora, a quien repudio con toda el alma y a quien le deseo todos los males, y seguramente ustedes también deben saberlo porque hace poco lo mencione.
La persona que me arruino un precioso día fue el maestro Andrés que me daba clases en la primaria. De pronto los recuerdos almacenados en la carpeta de mi cerebro llamada “no abrir nunca, destrucción en el primer pasón” se salieron de la carpeta en un G de velocidad. Al pasar por ahí me quede con las ganas de enterrarle al tipo ese el palo del algodón.
Solo seguí caminando para dirigirme con mis compañeros a maldecir.
Lo peor de eso es que al llegar a mi casa desquite mi coraje pateando cosas y explicando de manera muy rápida mi enfado mis padres no pudieron entender todo ese odio.
Pero ahora que estoy relajada bajo los efectos de la manzanita sol y unas lunetas pienso que es otro regalo karmatico de la vida, si, como cuando tuve de regalo a la Calamardo con la que entendí lo que esos seres estúpidos de la primaria sentían hacia mi. Ahora, al maestro hipócrita que me trataba mal solo por pensar por mi misma, o al menos de eso me he convencido durante estos años. Tal vez me moleste, pero el odio y mi mente trastornada lograran algo sin llegar a la violencia, pero algo debe pasar.
Ahí luego les aviso.
1 Comments:
Al principio pensé que habias visto al diablo, a un narco, o a un asesino, después me boté de la risa al saber que era un maestro de primaria. No sé por que lo odias tanto, pero en fin. DE hecho, yo nunca odie a mis maestros de primaria, pero a los de secundaria los detestaba en especial a la machorra de matematicas, y al de dibujo tecnico.
PD: A mi no me gustan los algodones de azucar, no les hallo ningun sentido.
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