¨Pos como quien dijera, lo mejor para el final
Muchos creyeron, incluso los que estén leyendo esto, que era una perra enorme, un Boxer o algo por el estilo... pero la Tigresa era una chihuahueña color pardo. A pesar de su tamaño, que incluso Socrates la rebasaba, fue de todas mis mascotas la que me dejó el vacío más grande.
(aquí empiezan las cataratas)
Yo tendría como unos 4 años –o menos- cuando ella llegó. Su primer noche –según recuerdo- la paso en una caja de aluminio, de ese que usan para los rayos de cabello o para envolver alimentos.
Muchos de estos perros son como para niñas fresas, que duermen en cojines, tienen collares rosas y suelen ser muy modositos. Mi perra no fue así, ella era agresiva, leal, defensora... una heroína.
Una vez nos fuimos de vacaciones a Michoacán y ella se quedó en la terraza. Volvimos y encontramos que una de las puertas había sido forzada, el estéreo fuera de su lugar, había unos lentes caros en una mesa y se veía que los cuartos habían sido revisados. Al preguntar los inquilinos nos contaron la gran historia: unos putetes se metieron a robar, la Tigresa supo que había intrusos en la casa y comenzó a ladrar hasta que despertó a los inquilinos, que se dieron cuenta de que había gente en la casa y que nuestro auto no estaba, y mi nana –así le decimos a la Doña- fue a decirle a mi tía Marta, que le avisó a mi tío Gustavo –que en esa época vivía en el mismo terreno que mi tía Marta- y él le hablo a la policía. Cuando la justicia llegó los pinches ladrones ya se habían ido, gracias a los ladridos de la perra no alcanzaron a llevarse nada, y fue la policía quien desmadró la puerta de enfrente creyendo que los ladrones estaban encerrados. Pero se dieron cuenta de que no era así. Los lentes eran del comandante, pero mi papá se los agenció.
Para cuando nos contaron eso todos querían ser los héroes, pero la única heroína aquí es mi Tigresa.
Ni el Socrates ni la Chata –aunque aveces si daba miedo- pudieron defender la casa como lo hizo la Tigresa, que por cierto estos tres vivieron juntos.
Nunca tuvo ni un solo cachorro, porque cuando estaba pequeña se cayó como tres veces de la terraza quedando estéril. Como me hubiese gustado que tuviera cachorros.
También era muy celosa, a muchos perros los sacaba de la casa y los perdía, como a Lucas. No sé como no se deshizo de Socrates y de la Chata.
La Chata quería jugar con la Tigresa como lo hacía con el Socrates, a disque atacarse, pero la Tigresa siempre se mostró negativa ante eso.
De los últimos años ya casi no hay que contar, pues ya estaba vieja y casi no hizo cosas como Socrates. Y de los primeros no recuerdo mucho. Además ella era algo seria
Solo sé que la quise, y aun quiero, como a ningún otro animal. Quise mucho a todos los demás, incluso a los que no puse en esta lista, pero jamás habrá animal como la Tigresa.
Cuando envejeció, yo solo le daba salchichas pues ya no tenia dientes.
Y como ya mencione que casi no tengo recuerdos, iré a lo fatal, por lo que aun lloro.
Recuerdo que un día ella no se alejaba de la puerta trasera –que prácticamente es la principal- y yo la veía con mucha nostalgia. Con esa respiración esforzada, su mirada tan tierna... le di unas salchichas y le puse periódico para que se acostara y se acurrucara.
Al otro día no la vi cuando me fui a la escuela, podría estar dormida entre las plantas, pensé. Al regresar a mi casa no la vi correr al zaguán para ver quien era la persona que entraba a su hogar, como siempre. También pensé que estaba dormida por ahí. Entrando a mi casa sentí una tensión muy rara. No recuerdo quien me dio la cruel noticia, creo que fue Gabriela, pero al escuchar "la Tigresa esta muerta" me salí al patio a buscarla, en la calle no podía estar, yo acababa de llegar. Al fin la mirada de una inquilina me hizo saber que mi adorada perra había muerto.
Mi papá se deshizo del cuerpo, pero me hubiese gustado enterrarla en alguna parte de la casa, ella merecía eso y más.
Lo más cruel fue cuando, ese mismo día, soñé que mi perra estaba en la calle, en el cancel del negocio de mi mamá moviendo alegremente su cola, y mis hermanas me decían "te engañamos, no esta muerta, solo la escondimos" y en mi mismo sueño lloraba diciendo "que culeras". Medio despierta y con unas lagrimas en la cara me dije a mi misma "cuando amanezca saldré al patio y seguramente ahí va a estar mi perra" pero luego desperté por completo y me di cuenta de que solo fue un sueño, y que jamas volvería a ver a mi perra.
Aun me duele, y lloro, no solo por ella, sino por todos mis animales, como si acabaran de morir.
No lo he podido superar. Extraño que la Tigresa lamiera mis dedos después de la comida que le daba, cuando le daba yo, extraño que el Socrates me despertara metiéndose a mi cama y lamiendo mi cara o mis manos (si me lavaba he), extraño jugar con la Chata, extraño ver a Spankye volar, extraño los ojos chuecos de Otelo, extraño ver la TV con Ben II, y extraño todas esas cosas. Tal vez algún día lo pueda superar.
Hay veces que me gustaría desear verlos a todos ellos, en especial –obviamente- a la Tigresa, aunque sea solo por una vez. Pero eso significaría que se irían otra vez.
Aunque lloro como cerdo cuando los recuerdo pensando "quiero volver a verlos" me siento bien, pues ellos estan en un lugar mejor.
En el caso de mi perra querida, que ya casi no le quedaban dientes y no podía comer bien, sé que ya no sufre por eso, ni por otra cosa.
Ahora todos disfrutan comiendo enormes filetes, oliendo el trasero de otros perros, cavando hoyos, mordiendo cosas.
Yo algún día los volveré a ver.
*No puedo hablar de mis puerquitos. Aun necesito tiempo por lo que pasó...